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En noviembre de 2017 he publicado mi reseña número 50 en Le Monde diplomatique Cono Sur. Se trata, además, de la reseña destacada del mes y de un texto muy lúcido, bien escrito y profundamente revelador que ha dejado en mí una huella indeleble: La humanidad aumentada · La administración digital del mundo, del ensayista y filósofo francés Éric Sadin (publicado en Argentina por Caja Negra Editora).

 

Aquí el texto completo de la reseña original:

 

El advenimiento de una nueva era marcada por el entrelazamiento complejo y en vías de consolidación de la industria electrónica, la inteligencia artificial, las biotecnologías y las nanotecnologías confluye en la informatización de las sociedades, desplegada a una velocidad exponencial durante un período extremadamente corto en relación con la Historia. Un Big Bang devastador y constructivo a la vez, que ha modificado por completo las condiciones de las vidas colectivas e individuales y no sabemos con exactitud si marca una nueva era compleja de la humanidad o si anuncia nuestra absorción en la matriz omnisciente que nosotros mismos hemos creado.

El autor afirma que desde hace medio siglo se viene produciendo una mutación, a la vez discreta y decisiva, del estatuto concedido a la técnica: mientras que su vocación ancestral consistía en colmar las insuficiencias del cuerpo de acuerdo con una dimensión prioritariamente protésica, de modo progresivo fue asumiendo la carga inédita de gobernar de forma más masiva, rápida y «racional» a los seres y las cosas, instaurando una gestión electrónica de muchos campos de la sociedad.

Se trata de la emergencia de una humanidad ya no solo interconectada e hipermóvil que hace del acceso un valor capital, sino que —de ahora en adelante— está hibridada con sistemas que orientan y deciden comportamientos colectivos e individuales bajo modalidades todavía discretas pero ya pregnantes, y que están destinadas a extenderse hacia numerosos campos de la sociedad. Este discernimiento algorítmico —que elabora funcionalidades complejas, susceptibles de responder al azar inesperado de las circunstancias— se alimenta de todas partes, se modula en tiempo real y está destinado a encuadrar el curso de las cosas, a reglamentar o fluidificar las relaciones con los otros, con el comercio, con nuestro propio cuerpo, es decir a contribuir a que la marcha de cada fragmento de lo cotidiano sea configurada de la manera más adecuada, como si estuviera distribuida o supervisada por un demiurgo inmanente-electrónico.

La aparición del smartphone en tanto objeto globalizado permitió una continuidad de uso espacio-temporal y el acceso, como corolario, a una infinidad de servicios consagró de cierta manera el fin de la “revolución digital” y el surgimiento de una antrobología, una nueva condición humana aún más secundada o duplicada por robots inteligentes que tienden hacia el inexorable y continuo incremento de la «administración» del mundo mediante dobles artificiales inteligentes y se asemeja en los hechos a una progresiva «toma del poder» de la sofisticación tecnológica contemporánea.

Sadin concluye que, poco a poco, el sujeto moderno que había surgido de la tradición humanista e instituido al individuo como un ser singular y libre, plenamente consciente y responsable de sus actos, se disuelve. Se desmorona entonces el poder de lo político basado en la deliberación y el compromiso de la decisión, para conceder progresivamente a los resultados estadísticos y a las proyecciones algorítmicas la responsabilidad de instaurar y de decidir las elecciones públicas.

La «condición dual» que ha emergido entrelaza espíritus humanos y maquínicos y traza cartografías recompuestas entre organismos biológicos y potencias computacionales. La historia del siglo XXI será en parte aquella de la redefinición de facto de poderes soberanos que hasta hoy corresponden a la conciencia humana, y será la historia del Homo sapiens intentando reivindicar su especificidad en un terreno movedizo, atrapado entre el animal y la máquina, entre la carne y las matemáticas.

Julián Chappa

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